Diez mil pesos con derecho a un vaso de tortura.
Ahí estaba de nuevo. Frente a un mundo de maniquís de ropa interior Calvin Klein. Pocos parecían despreocupados de lo que llevaban puesto, claramente yo no era parte de aquellos pocos. Aún así, al pasar el rato me sentí nuevamente fuera de lugar. Miraba cautelosamente los rostros, pero más que rostros, sus cuerpos extravangantes, perfectos, cuidadosamente trabajados. A mí lado, espejos cantandome al son de la canción que el DJ había escogido en esa noche de fluor cuan distinto era el mío de ellos. En momentos quería salir corriendo, pero esos modelos impedían mi marcha por la pasarela.
Luego apareció este joven, que increíblemente venía conmigo, claro, el amigo de amigos. Deslumbrándonos con el espectáculo de superficialidad que se llevaba a cabo en el escenario tocó mi cintura. Me gustó, pensé en ti y en cuanto amas amarrarte a mi cintura. Por eso me gustó. Sonreí por fuera. Después de varios intentos en seducirme, me besó el cuello. Simplemente huí. Mentira oxidada en aquél baño dejé.
Me paseaba en un museo de esculturas donde el tema principal era la adoración a la máquina masculina. Mi papel en este lugar era el de un artísta underground que jamás será reconocido en el mundo del arte, y que sólo se alimenta de criticas de sus pares. Observaba, era lo único que podía hacer, no tener la facultad de acercarme a uno de ellos y hablar el mismo idioma es pan de cada día en un antro como este. La diferencia acá es que existe el derecho de admisión: SOLO HOMBRES GUAPOS CON CUERPO DISEÑADO POR PACIFIC FITNESS. Me colé, no hay otra explicación, o quizá sí, tenía el dinero y una membresía de un año en el gimnasio de la vuelta.
Mientras estaba en la barra, pensaba en cuanto extrañaba y anhelaba tener tu alma guerrera a mi lado, celosa de la posible posesión de mi cuerpo por algún Eduardo sin forma física, pero delineado y marcado psicológicamente. Creó que vi que uno me miró. ¿Se habrá sorprendido lo ajustado que estaba el pantalón a mí? ¿Le habrá gustado mi collar? No, se debió haber preguntado como no me daba vergüenza estar ahí. 4 de la mañana, mi autoestima, y mísera seguridad -ganada en el bar anterior por el elogio de mi amigo- pisoteada estaba por los bailarines de torso desnudo. Finjía bailar y estar pasando un buen rato.
Esta noche descubrí que muchos de los varones de cuerpos perfectos y hermoso que suelen ejercitarse a mi lado en el gimnasio tienen su propio lugar, exclusivo. Jamás los había visto en otros bares o discoteques. Cada vez que veia uno, y luego otro, pensaba si alguna vez se habian dado cuenta que yo estaba precisamente al lado tratando de imitarlos, imitarlos... que risa.
Me he enamorado dos veces, de dos personas que adoraban mi cuerpo, tal cual como es. Hoy tengo a nadie. Hoy tengo... hoy tengo ganas de tirar la toalla y vaciar la botella de agua y perder mi membresía.
