Dejo pasar el tiempo, dejo cosas que me interesan y sigo aumentando el volumen a esa bola de estambre. Han pasado meses, dentro de aquellos él dejó de aparecer lentamente en mi vida y, quizá de mi cabeza. Las voces del personaje que solapadamente me pedía entregar mi alma y someterme al descanso de mis problemas, se retiraban frustradas y molestas. Leiva apareció.
Hoy mientras seguía la línea de la cosas normales, normales porque pasan todos los días, leí un estado en la red de una conocida que hablaba del suicidio. Wow! qué palabra más tierna a los oídos de los caídos por esta condición de atracción por el mismo gusto que tiene el sexo opuesto que lleva el peso del mundo entero cuando ni siquiera has elegido serlo y que a veces te impide seguir tu camino como una turba de gente que cierra el paso cuando llevas prisa.
Al leer este pasaje de mi colega, inmediatamente comenté aquellas palabras de poca empatía por el pobre hombre que se había cansado de su vida. Repliqué.
"Yo creo q se necesita de ambas, valentía y cobardía para quitarse la vida. Valentía para hacerlo y tomar la decisión, y cobardía por no seguir viviendo y enfrentando lo q se venga."
Luego, releí lo que había escrito y pensé en tono irónico: "Claro, el que más sabe de suicidio, el que ha estado al borde la extinción de la vida misma, el que había casi mezclado ambas cualidades, el que había intentado quitarse la vida, no por su condición, pero sí por lo que su condición lo llevaba a hacer, y que penosamente no había logrado salir exitoso. Claro, yo, el que más sabe del suicidio".
Seguí completando el libro que Leiva y yo habíamos creado de lo que estos 3 meses nos han arrojado.
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